Los drones, vehículos aéreos no tripulados, están transformando la guerra en todo el mundo. Desde conflictos en África hasta enfrentamientos en Ucrania, estos aparatos se usan cada vez más, debido a su bajo coste y gran impacto. Sin embargo, su uso plantea serias dudas sobre la protección de la población civil y la eficacia del Derecho Internacional Humanitario (DIH).

Un informe reciente revela que en solo tres años, los drones causaron cerca de 940 muertes civiles en diferentes países, como Etiopía, Nigeria y Mali. Aunque algunos argumentan que los drones permiten ataques más precisos y minimizan daños, la realidad muestra un aumento en víctimas civiles y menos rendición de cuentas debido a que los ataques, muchas veces, dificultan distinguir entre civiles y combatientes.

Por otro lado, este avance tecnológico también trae consigo peligros mayores. La tendencia hacia drones más autónomos, equipados con inteligencia artificial (IA), podría llevar a que máquinas realicen asesinatos sin intervención humana. Esto genera preocupaciones éticas y legales, ya que podría abrir la puerta a «robots asesinos» que actúan en los campos de batalla.

El sistema legal internacional existente, que ya prohíbe ataques indiscriminados y protege a civiles, enfrenta retos para mantenerse al día. Los controles actuales son débiles, y la proliferación de drones a bajo coste, exportados por países como Irán, Turquía y China, hace aún más urgente una regulación global efectiva. La comunidad internacional exige mayor transparencia, responsabilidad y nuevas leyes para limitar el uso de armas autónomas en las guerras del futuro.

El desafío está en garantizar que la tecnología se utilice de manera ética y segura, respetando siempre los Derechos Humanos y el Derecho Internacional. La protección civil en medio de esta revolución tecnológica es un compromiso que aún está en construcción.

Fuente: SWI

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