Para los perros, olfatear no es solo una forma de explorar, es su modo principal de percibir el mundo. Su nariz contiene más de 10 millones de receptores y pueden detectar olores en cantidades diminutas, lo que los convierte en expertos en detección. Pero hasta ahora, poco se sabía sobre qué sienten realmente cuando huelen algo.
Un nuevo estudio, publicado en Journal of Biophotonics y liderado por Ilana Propp, ofrece pistas sobre cómo sus cerebros procesan los olores, y si esos estímulos generan emociones.
El experimento se realizó con cuatro perros relajados y con los ojos vendados, expuestos a olores como alcohol, marihuana, mentol y ajo. Mientras tanto, un láser verde iluminaba tres zonas cerebrales clave: la amígdala (emociones), el bulbo olfatorio (olfato) y el hipocampo (memoria).
La luz reflejada creó un patrón «moteado» característico para cada olor y región cerebral. Luego, una IA analizó los datos y logró identificar diferencias claras en la actividad cerebral ante cada olor.
El hallazgo más relevante fue que “la amígdala, que procesa las emociones, tuvo un papel destacado en la discriminación de olores”. Esto sugiere que, para los perros, “no se trata simplemente de ‘oler algo’, sino de sentir algo al oler”.
360°/AR/OBP