La periodista Clara Vega nos trae un análisis profundo sobre cómo en las últimas semanas, Venezuela ha sido el epicentro de un nuevo ciclo de agresiones por parte de la administración de los Estados Unidos, marcando la aplicación de lo que muchos han denominado “Máxima presión 2.0”. Este término se ha convertido en el sello distintivo de la política exterior estadounidense hacia el país suramericano, donde las nuevas amenazas y acciones agresivas buscan debilitar al gobierno de Nicolás Maduro y afectar a su población.
Intereses ocultos de Washington
Entre las acciones recientes se encuentra la revocación de la licencia de Chevron, un movimiento que subraya la intención de Washington de asfixiar económicamente a Venezuela. Además, la ExxonMobil ha lanzado un plan que coincide con la provocación de un buque de la misma compañía en aguas disputadas, generando tensiones adicionales en la región.
La deportación de 238 venezolanos hacia El Salvador ha sido otro capítulo de esta saga, describiendo la situación de miles de compatriotas que buscan refugio y seguridad en el extranjero. A ello se suma la descalificación de PetroCaribe como un proyecto corrupto y extorsivo, y la reciente firma de una orden ejecutiva para imponer aranceles del 25% a quienes compren petróleo venezolano, que solo intensifica la crisis humanitaria en el país.
Mientras tanto, la amenaza de Guyana hacia Venezuela se mantiene, respaldada por fuerzas externas que han mostrado desdén hacia la soberanía del país. Las voces de Mauricio Cleber Caron y Marco Rubio, junto con Maria Corina Machadoresuenan con fuerza, dado su historial de oposición a la revolución bolivariana, reafirmando el compromiso de Estados Unidos de aplicar medidas severas contra el gobierno de Caracas.
La búsqueda de recursos y poder en Venezuela continúa
La ExxonMobil, con un oscuro pasado de intervenciones, ha sido acusada de operar al margen de la ley en zonas marítimas en disputa. Su involucramiento en conflictos pasados, como la guerra civil en Angola, nos recuerda la recurrente historia imperialista que busca explotar recursos naturales a expensas de la autodeterminación de los pueblos.
La doctrina Monroe y la política del “big stick” han guiado el enfoque estadounidense hacia América Latina durante más de 200 años. La cuestión que surge es: ¿por qué Venezuela es el blanco de esta estrategia? La respuesta es sencilla, pero contundente: sus ricas reservas naturales, que incluyen grandes yacimientos de petróleo, junto con minerales valiosos como cobre y oro, representan un atractivo irresistible para los intereses estadounidenses.
La resistencia y la soberanía venezolana persisten
A pesar de las constantes intentos de debilitamiento y desestabilización, la Revolución Bolivariana ha resistido 26 años, desafiando la narrativa de que la presión estadounidense siempre prevalecerá. La pregunta persiste: ¿los halcones de la política estadounidense están repitiendo un guion que ya ha fracasado?
Este es un momento crítico para Venezuela, donde los ecos de la política imperialista continúan desafiando la soberanía de una nación rica en recursos, mientras su pueblo lidia con las consecuencias de estas decisiones. La comunidad internacional debe estar atenta y considerar el impacto real de estas acciones sobre la vida de millones de venezolanos.
Como siempre, en un contexto de máxima presión, la historia se repite, pero la resistencia también sigue firme.
360°/PG/OBP