Cada 26 de abril, el mundo conmemora el Día Internacional de Recordación del Desastre de Chernóbil, una efeméride que la ONU instauró en 2016 mediante la Resolución 71/125. Esta fecha invita a recordar el accidente que, en 1986, sacudió la planta nuclear de Chernóbil, en la entonces República Socialista Soviética de Ucrania, y cuyas consecuencias todavía marcan a millones de personas.
La explosión lanzó una nube de material radiactivo que afectó gravemente a Bielorrusia, Ucrania, Rusia y otros países de Europa Oriental, dejando un legado de sufrimiento que, como advierte la ONU, «persiste hasta el día de hoy».
Así ocurrió la tragedia
En la madrugada del 26 de abril de 1986, a la 1:23 a.m., una prueba de seguridad mal ejecutada desató una cadena de errores fatales en el reactor número 4 de la central de Chernóbil. El núcleo se sobrecalentó, explotó y liberó enormes cantidades de radiación en el ambiente.
Los trabajadores de la planta y los bomberos acudieron de inmediato al lugar, sin saber que se exponían a niveles letales de radiación. La ciudad de Prípiat, situada a sólo tres kilómetros de la central y hogar de más de 49 mil personas, comenzó a evacuar 36 horas después del accidente, cuando la radiación ya había afectado a gran parte de sus habitantes.
Un legado de sufrimiento y desolación
El desastre dejó un impacto humano incalculable. Decenas de miles de personas murieron o desarrollaron enfermedades graves relacionadas con la radiación, aunque los científicos y organismos internacionales todavía debaten el número exacto.
Millones de personas abandonaron sus hogares, y generaciones enteras siguen enfrentando problemas de salud. El informe de la Asamblea General de la ONU recuerda que las comunidades afectadas «siguen necesitando apoyo y asistencia para enfrentar los desafíos» que dejó la tragedia.
Chernóbil hoy: entre la vigilancia y el renacimiento natural
Desde 1990, la comunidad internacional, con el liderazgo de organismos como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), trabaja para mitigar los efectos de la catástrofe, impulsando proyectos de recuperación y apoyo a los sobrevivientes.
Hoy, la zona de exclusión de Chernóbil —un área de 30 kilómetros a la redonda— permanece casi deshabitada, aunque atrae cada vez más a científicos y turistas curiosos que buscan comprender la magnitud del desastre y sus secuelas.
Hoy, 39 años después, Chernóbil continúa recordándonos la fragilidad de nuestro mundo y la responsabilidad compartida de protegerlo.
360°/AR/OBP